MIES y Asamblea Nacional patrocinaron encuentro Intergeneracional entre estudiantes y adultos mayores

(Foto: Lecciones de vida, valores, así como hondos sentidos de confraternidad y solidaridad dejó la Cuarta Tertulia de Recuperación Histórica: “Canas de Vida” en el que participaron 270 estudiantes de los colegios Simón Bolívar y Eugenio Espejo de Quito.)
Lecciones de vida, valores, así como hondos sentidos de confraternidad y solidaridad dejó la Cuarta Tertulia de Recuperación Histórica: “Canas de Vida” desarrollada este día por espacio de tres horas, entre 270 estudiantes de los colegios Simón Bolívar y Eugenio Espejo de Quito con seis personas adultas mayores, tras una amena cita, en el salón José Mejía Lequerica de la Asamblea Nacional, con el propósito de afianzar políticas y estrategias direccionadas a la población adulta mayor y los jóvenes.
Esta Cuarta Tertulia, organizada por el ministerio de Inclusión Económica Social y la Asamblea Nacional, juntó a más de 270 estudiantes, habidos de interés y curiosidad con seis personas adultas mayores: dos de Cuenca, uno de Babahoyo, uno de Tulcán y dos de Imbabura, quienes abrieron espacios de elogio entre testigos y protagonistas. En donde los primeros escucharon con atención cada una de las vivencias narradas por estas personas mediante diálogos con candor y dulzura, que fueron suficientes para emocionar y poner la nota de alegría durante este emotivo encuentro Intergeneracional.
Luego se abrió el espacio de preguntas de las y los asistentes para los protagonistas. Las inquietudes juveniles se relacionaron con temas relacionados con las costumbres, la alimentación, el amor, la vida en hogar, el arte de la seducción, los inspirados piropos de antaño, las comparaciones de las sociedades de ayer y de hoy, y hasta una que otra consulta o consejo para actuar en momentos duros y difíciles de la vida.
Erika Yanchapaxi, joven estudiante se sintió embelesada con la historia de Dolores Quinche, imbabureña. Qué interesante hablar con estas lindas personas, dijo, al recordar para sí que su interlocutora, podría ser su propia abuelita. Yo la quiero mucho a mi abuelita y hasta se parece a doña Dolores, dijo con su propia vivacidad juvenil.
De su parte, Christophe Vercountere, protagonista francés, dijo que vino de Francia hace 42 años, se quedó encantado primero de la belleza de la de la provincia de Imbabura, sus páramos y lagos que se asemejaban a sus ojos azules intensos. Luego encontró en eta tierra a su media naranja, de quien se enamoró a primera vista y aunque no sabía en ese entonces ni castellano ni quichua (habla nativa de su esposa), aprovechó el acento de su habla francesa, para llegar con frases llenas de amor para quien sería en adelante el amor de su vida, a quien llevó al país galo, pero regresó al poco tiempo, ya que extrañaba mucho a nuestro país. Soy francés de Imbabura, dice orgulloso.
Sobre el encuentro, dice que hubo muchos interlocutores y con un auditorio así limita el contacto más íntimo y resulta difícil identificarnos más con las y los jóvenes. Reclamó que ellos no tuvieron un espacio de preguntas hacia los jóvenes. Si lo hubiera tenido, sostiene que les habría preguntado qué esperan de la vida, cuáles son sus expectativas de estudio, de trabajo y hasta de lo sentimental, ya que muchos no saben hacia dónde van y corren el peligro de caer en la droga y los males de las sociedades modernas.
La protagonista Dolores Quinche, otavaleña, dice que aún se vive, en pleno siglo XXI, rezagos del colonialismo y existen grandes prejuicios, dentro de nuestros pueblos y nacionalidades. Por eso se está perdiendo nuestro idioma autóctono, sus costumbres, alimentación, los nombres propios nuestros y no hay una verdadera toma de consciencia de que debemos mantener nuestros principios interculturales y pluriculturales. Da pena que la juventud no sepa ya el quichua, ni nuestras lindas canciones, por regla general, estas cosas deben comenzar y profundizarse desde la escuela, para identificarnos, como país, como ecuatorianos, sostuvo.
Fue gratificante para las y los presentes, revivir estos espacios de diálogo y de vivencias narradas por sus propios interlocutores, a través de los cuales buscan romper la brecha generacional, comprensión, reconocimiento a sus derechos, experiencias y un espacio la ternura.
Va quedando atrás el magno e histórico salón de la Asamblea Nacional, mientras todavía se escucha a lo lejos las letras del pasillo Invernal, que aún resuena en la estancia, cual quimera de un sueño incomprendido: “Quisiera ser el sol que se durmió en tu melena rubia” y que tu recuerdo lo llevó tatuado en el corazón.