ELVIA ESTUPIÑÁN, EMPRENDEDORA QUE LIDERA ORGANIZACIÓN DE MANTENIMIENTO
Desde las orillas del estero Salado, Elvia Estupiñán, salió con la expectativa de aprovechar los cambios que ponía a su disposición el Gobierno Nacional. Aunque dejar su casa de caña y pasar a un plan habitacional como Socio Vivienda, con todos los servicios básicos no fue fácil de asimilar, al pasar del tiempo su vida resulta un testimonio para otras personas que pugnan por salir de la pobreza.
Mientras Elvia habitó las riberas del Salado, supo ganarse la vida vendiendo zapatos, interiores, muñecos de felpa, velas perfumadas y ropa, se desenvolvió como comerciante informal según comenta, aunque la actual Constitución la identifica a ella y a personas de labores similares como actores de la Economía Popular y Solidaria, principios que Elvia venía poniendo en práctica en su propia familia, pues como madre soltera con toda convicción ha venido trabajando para sus 4 hijos, y les ha brindado “estudio, tiempo y amor”.
Elvia además ha logrado zafarse de varias ataduras del pasado, como depender del Bono de Desarrollo Humano (BDH), pues comprendió que se trata de un apoyo temporal para que más ecuatorianos tengan la oportunidad de crecer. Así reconoce que, “por más de 10 años fui beneficiaria del Bono, cuando cobraba me abstenía de comprar algo con tal que no me lo quiten, pero me doy cuenta que tenía una mente más cerrada, porque ahora en dos meses de trabajo cobro lo que a través del Bono me daban en un año”.
Actualmente Elvia lidera a 41 jefas y jefes de hogar, también reubicados del estero Salado, y que acogieron la propuesta del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), de asociarse y dar marcha a un emprendimiento de limpieza y mantenimiento de edificios al que denominaron “Adonay”.
La asociación “Adonay” ya obtuvo un primer contrato del propio MIES, ya que brinda mantenimiento a 3 Centros Infantiles del Buen Vivir (CIBV), de atención directa en Guayaquil. Para Elvia ser socia de “Adonay” significa ser una empresaria y explica porqué: “Pese a los largos años de mi vida como comerciante informal, ahora me doy cuenta que trabajando formalmente se gana más, porque se cobran todas las de ley, ya no vivo la zozobra de antes, que al poner un plástico para vender venga un municipal y se me lleve la mercadería, es un cambio grande, sé que ahora tengo mis ocho horas de trabajo, llego a mi casa y reviso los deberes a mis hijos, ”, relata.
Durante la jornada de trabajo que menciona Elvia, debe separar tiempo para hacer gestiones administrativas y así mantener en marcha a “Adonay”, y cumplir su responsabilidad de presidenta, además debe supervisar la labor que desarrollan sus compañeras y compañeros, pues junto a los socios aspira crecer y dar servicios no solo al sector público, sino también a empresas privadas.