Beatriz representa una esperanza de vida para 23 personas con discapacidad

Lograr la calidez de un hogar, alimentarlos, vestirlos, movilizarlos, administrar sus medicinas, es la labor que Beatriz Sacaquirín realiza con cariño para 23 personas con discapacidad severa día a día en la Casa de Acogida y Centro Diurno de Cuenca. Son sus hijos del corazón; además de sus dos de sangre, a quienes atiende desde hace cuatro años junto a sus 12 compañeros con lo esencial para ellos, el afecto.
“Más que un trabajo buscamos que los chicos se sientan amados y protegidos, hemos logrado ser familia”, asegura esta madre, quien además es la coordinadora de esta casa regentada por el Ministerio de Inclusión Económica y Social.
Su rutina empieza a las seis de la mañana, elije ropa cómoda, calza zapatos bajos, recoge su cabello y esta lista para dar el beso de buenos días a sus chicos. Con su voz pausada, esta mujer de tez morena, mirada dulce, caminar ligero, esposa y abuela, recuerda sobre sus inicios en la vida laboral. Primero fue una emprendedora que fabricaba peluches, siempre económicamente independiente, destaca con orgullo. “Mi padre se encargaba de comercializarlos en Pasaje, me iba muy bien, con estos ingresos subsistíamos con mi hija”.
Luego, se vincula al servicio social en la fundación Mensajeros de la Paz, hace más de 30 años. Se licenció en Desarrollo Social, pero resalta que un título es solo un cartón. “La verdadera satisfacción del ser humano está en ejecutar cada tarea con absoluto amor y respeto”. Actualmente, “Betty” como le dicen, ejerce de madre de los 23 chicos, comenta que nació para esto, “cómo no motivarme a seguir, si nuestra Chelita extiende sus brazos para saludarme y me dice al oído, que soy todo lo que tiene”.
“Mi esposo es pilar fundamental para continuar con esta labor”, expresa con una sonrisa, el apoyo que recibe de su familia es fuente permanente para recargar energía.
Esta mujer regresa a su casa alrededor de las ocho de la noche, “es el momento de estar junto a mi hijo más pequeño, tiene 15 años, conversamos, nos reímos, revisamos tareas, me cuenta de su día; siempre estoy en contacto con él, intento no faltarle porque sé que demanda mi atención y tiempo”.
Sin embargo, de que su hijo de sangre, asume generosamente que debe compartir a su madre con los chicos por las condiciones difíciles de su salud, Beatriz pide sabiduría a Dios para no descuidar a Sebastián y sus chicos.
“Todos merecen respeto y cariño, esto es algo que nace del corazón, porque tenemos una responsabilidad enorme y vidas en nuestras manos”, resalta convencida de que su misión es estar junto a quienes la necesitan. ¿Hasta cuándo?, “hasta que Dios lo permita”, dice.
El Gobierno Nacional a través del MIES brinda atención a 23 personas en el Centro Diurno de Cuenca, el cual se encarga de potenciar el desarrollo de habilidades de las personas con discapacidad de moderada a grave, entre los 18 a 65 años de edad y que se encuentran en situación de pobreza y extrema pobreza. El servicio atiende durante ocho horas diarias, los cinco días hábiles de la semana con un equipo interdisciplinario.